Menudo fiestón de los de Mario Simón, que ganó en la pizarra la partida a Álvaro Cervera con la misma satisfacción que experimento cada vez que completo un solitario en el ordenador, porque yo lo valgo. Mismo once que en el último partido, salvo el regreso de Olmedo en el lugar de Jan Encuentra, que cuando entró se marcó un veni, vidi, vinci en toda regla para lograr el cero a dos. Pere Marco, en punta, jugó una primera parte en la que parecía Van Basten, gol incluido logrado a la salida de un saque de banda como ya ocurriese ante el Real Avilés, y demostró que es el nueve titular ante equipos que no se aculan. Para los otros escenarios, ahí debe aparecer Gastón Valles. La defensa, otra vez de matrícula: no solo la zaga, sino todo el equipo trabajando en bloque para que Unai Marino, por segundo partido consecutivo consiguiese dejar la portería a cero y el Tenerife —por primera vez— se quedase sin marcar y sin disparar a puerta en la primera parte. El trabajo de Juanje, uniéndose a los centrales cuando tocaba defender, fue un recurso con el que Mario Simón dejó sin respuesta al conjunto chicharrero hasta el paso por vestuarios. El equipo supo aguantar, sortear los momentos de apuro, con acertados movimientos desde el banquillo de un Mario Simón,desde su discreción, fue el mejor del partido.