Unionistas vs Real Madrid: la rebelión de Las Pistas que sacudió Salamanca
En enero de 2020, un modesto club de fútbol popular desafió a las élites políticas y al negocio del deporte para defender su casa, su afición y su forma de entender el juego.
La visita del Real Madrid: cuando el fútbol fue oposición en Salamanca
El sorteo apenas había terminado cuando Salamanca entera parecía contener la respiración. Unionistas de Salamanca, recién clasificado tras una agónica tanda de penaltis contra el Deportivo de La Coruña, recibiría al todopoderoso Real Madrid en la Copa del Rey. La noticia corrió como pólvora: bares, oficinas y plazas se llenaron de conversaciones sobre entradas, alineaciones y, sin saberlo aún, sobre política.
No era un partido cualquiera. Era la primera vez en más de veinte años que el Madrid pisaba la ciudad para un encuentro oficial. La última visita había terminado en empate a uno, con goles de Corino y Raúl, y con una frase mítica de John Benjamin Toshack en rueda de prensa:
“Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores; los martes, a siete u ocho; los jueves, a cuatro; los viernes, a dos… y el sábado ya pienso: tienen que jugar los mismos once cabrones de siempre”.
John Benjamin Toshack
Pero en enero de 2020, el foco no estaba solo en el césped. La pregunta que encendió la mecha fue sencilla: ¿Dónde se jugará el partido?
La respuesta, inevitable, apuntaba a Las Pistas, el único campo municipal con capacidad para acoger un evento así. Un estadio con apenas 4.000 asientos, pista de atletismo separando al público del juego, iluminación deficiente, vestuarios justos y una sala de prensa improvisada. Un escaparate incómodo para una ciudad que, una década antes, había sido nombrada Ciudad Europea del Deporte… y que, irónicamente, tres días después del encuentro anunciaría su candidatura para volver a serlo.
La expectación deportiva se convirtió en un inesperado acto de oposición política. Durante una semana, Salamanca entera debatió sobre infraestructuras, prioridades y modelo de ciudad. El fútbol, una vez más, había demostrado que también sabe jugar en el terreno de la política.
🏟️ Las Pistas vs Helmántico: el campo de batalla
Mientras Ayuntamiento y Junta empujaban para llevar el partido al Helmántico —estadio privado, grande, cómodo para las cámaras y para las butacas VIP—, los socios de Unionistas defendían Las Pistas: un campo municipal con aforo de pueblo, vestuarios de regional y una pista de atletismo que aleja al público del juego… pero que es su casa. Y en el fútbol popular, la casa no se vende.
Para entender el escenario hay que irse a Villares de la Reina, término municipal colindante con Salamanca. Allí están Las Pistas, propiedad compartida con la Diputación. Las compraron en 1993, último gobierno socialista en la ciudad. Ese mismo año, Javier Sotomayor voló sobre 2,45 metros y dejó un récord mundial aún vigente: el “salto de Dios”. Cinco años antes ya había hecho 2,43 en el mismo lugar. El nombre del cubano quedó grabado en la instalación… hasta que las acusaciones de dopaje hicieron que el alcalde Javier Lanzarote se apresurara a borrar la placa. Curioso: el medallón de Franco en la Plaza Mayor aguantó ochenta años y cuatro de pleito judicial antes de caer en 2017. Hay piedras que incomodan menos que otras.
Las Pistas —en singular, aunque el plural suene más lustroso— formaban parte de la ciudad deportiva de la UD Salamanca. El club se mudó allí a finales de los sesenta, vendiendo su viejo campo, El Calvario (hoy estación de autobuses), al Ayuntamiento para tapar agujeros. Se inauguraron en 1973, tres años después del Helmántico. Aunque eran propiedad de la UDS, las pagaron instituciones deportivas estatales. Veinte años después, el Ayuntamiento volvió a sacar la chequera: compró pistas, piscinas, viales, aparcamiento… y un velódromo. Sí, un velódromo al aire libre en el que no hay constancia de récord alguno ni de que haya salido un solo ciclista de élite. Años después, por si acaso, construyeron otro en la ciudad deportiva de La Aldehuela. También al aire libre. Optimismo institucional.
La operación es un manual de cómo el fútbol y la política se dan la mano: un club con patrimonio pero sin liquidez encuentra en la corporación municipal un salvavidas; el Ayuntamiento gana instalaciones públicas y evita que la desaparición del equipo le explote en la cara en forma de votos perdidos. Lo llaman servicio público. Otros lo llaman supervivencia mutua.
👥 La presión institucional: Mañueco, Carbayo y la política del balón
Cuando el bombo de la Copa del Rey emparejó a Unionistas con el Real Madrid, en el Ayuntamiento sonó la alarma. No por miedo al rival, sino por miedo a la foto. El alcalde Carlos García Carbayo y el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, salieron rápido a marcar posición: el partido debía jugarse en el Helmántico. “La imagen internacional de Salamanca está en juego”, decían. Traducción: que no se vea por la tele que nuestra instalación municipal estrella no tiene ni licencia de actividad.
La relación del consistorio con Las Pistas es de esas que en política se llaman “históricas” y en la calle se llaman “vicios adquiridos”. El Ayuntamiento las ha comprado dos veces —aunque oficialmente solo una—, las gestiona como si fueran suyas y renueva el convenio con la Diputación cada cinco años sin tocar una coma. Todo queda en familia… hasta que llega 2020 y el Madrid de Zidane aterriza en la capital del Tormes. Entonces, el bochorno es doble: por el estado de la instalación y por descubrir que, en casi medio siglo, nadie se había molestado en tramitar la licencia. Esto sí que es salir por la puerta grande… de atrás.
En la escala de clubes con peso político, el Real Madrid está en la cúspide. Y Salamanca no iba a ser la excepción. Carbayo, su concejal de Deportes y buena parte del aparato municipal se alinearon desde el minuto uno con la idea de llevar el partido al Helmántico. Mañueco, exalcalde, presidente autonómico e hincha merengue de corazón, también. El estadio, a cincuenta metros de Las Pistas, ofrecía más aforo, más luz y, sobre todo, menos vergüenza televisiva.
🛑 El club responde: fútbol popular vs fútbol negocio
Unionistas dijo no. No a la taquilla récord, no a los focos perfectos, no a la comodidad logística. Sí a sus principios: la decisión la toman los socios, no el palco.
La ciudad se partió en dos. De un lado, quienes defendían que el partido era “patrimonio de Salamanca” y debía abrirse al mayor número posible de espectadores, aunque eso implicara mudarse al Helmántico y llenar quince mil asientos. Del otro, los socios de Unionistas, que veían en esa mudanza una traición: no se trataba de ver a Unionistas contra el Madrid, sino de ver al Madrid… y punto
Los argumentos pro-Helmántico se repetían como un mantra: más ingresos para el club, oportunidad única de “hacer caja”, iluminación homologada para televisión y una imagen de ciudad más “presentable”. Pero en el fondo, la batalla no era por los lúmenes ni por la recaudación: era por quién manda en el fútbol cuando el balón se mezcla con la política. Y Unionistas, en esta, no estaba dispuesto a ceder el saque inicial.
🔥 El Helmántico: tablero de ajedrez y pieza de poder
El Helmántico no es solo cemento y gradas: es un tótem del fútbol salmantino, pero también un recordatorio de que el balón, en esta ciudad, siempre ha botado sobre un tablero político. Nació en 1970, levantado en un suspiro de seis meses, y murió como propiedad de la UD Salamanca cuando Hacienda lo embargó. Salió a subasta por quince millones y nadie lo quiso. El Ayuntamiento, con Mañueco al timón, esperó agazapado: mejor dejar que el tiempo y la burocracia hicieran su trabajo y, llegado el momento, pedir el usufructo.
Pero el guion se torció. En la segunda subasta, Unionistas se presentó con una oferta simbólica de 10.000 euros. Y entonces, de la nada, apareció Desarrollos Empresariales Deportivos: empresarios mexicanos, un millón largo sobre la mesa y promesas de devolver el fútbol profesional a Salamanca. El estadio pasó a manos privadas… y a las del presidente del club rival. Jugar allí, para Unionistas, era como pedirle al enemigo que te preste su salón para celebrar tu cumpleaños.
Por si faltaba surrealismo, el Real Madrid ofreció su propio Santiago Bernabéu para acoger el partido, con Unionistas como “local” y la taquilla para los charros. Una jugada rocambolesca que olía a negocio redondo… pero no a fútbol popular.
🎭 El pulso final: Las Pistas o nada
A cinco días del partido, Unionistas escuchó a su gente y plantó cara: se jugaría en Las Pistas, con sus limitaciones, su pista de atletismo y su aforo raquítico. No habría gradas supletorias, no habría patrocinadores que contradijeran sus estatutos, no habría venta de alma al mejor postor.
La ciudad se dividió entre quienes querían ver al Madrid y quienes querían ver a Unionistas. El club eligió a los suyos. Y en ese gesto, se convirtió en algo más que un equipo: en un altavoz contra la inercia política, en un símbolo de que la autogestión y la democracia directa pueden plantar cara al poder institucional.
❄️ El día D: nieve, frío y resistencia
La nieve amenazaba, el frío calaba y los gastos se acumulaban. La afición respondió con una colecta popular que disparó el número de socios. Solo ellos tenían entrada asegurada. Para el resto, apenas 300 localidades que volaron en minutos. Más de cien medios acreditados, televisión nacional en abierto y un ambiente que mezclaba fiesta, reivindicación y desafío.
⚡ El partido que ya era leyenda antes de empezar
El 22 de enero de 2020, Las Pistas se llenaron hasta el último hueco. El Madrid ganó 1-3, Bale marcó su último gol de blanco y Álvaro Romero empató para Unionistas, desatando una explosión de júbilo que hizo temblar el cemento. Cinco jugadores salmantinos pisaron el césped, tres de ellos con pasado en la desaparecida UDS.
No fue un partido perfecto. Fue mejor: fue imperfecto, humano, de otro tiempo. Un viaje al fútbol sin corbata ni moqueta, donde el barro y la memoria pesan más que el mármol y el marketing.
🕯️ Epílogo: Ad astra per aspera
Unionistas salió derrotado en el marcador, pero victorioso en el relato. Demostró que se puede decir no al dinero fácil, no a la presión política, no al escaparate vacío. Que se puede defender un modelo de club que no se arrodilla ante el negocio global.
En Salamanca, aquel día, el balón golpeó al poder. Y aunque el eco se apagó en el marcador, sigue resonando en la memoria de quienes estuvieron allí. Porque, como en V de Vendetta, no se trataba de un partido: se trataba de una idea. Y las ideas, cuando prenden, no hay marcador que las detenga.
En Salamanca todo parece igual, pero nada lo es.
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